1-Antecedentes

Cuando terminaron en 1862 las Guerras del Opio, China era un país devastado, y duró así hasta 1908 cuando cayó la dinastía Ching, que coincide con el período de dominio del personaje que hoy vemos. Los europeos habían conseguido lo que querían: abrir varios puertos al comercio extranjero y autorizar la importación de opio, el más rentable de todos los negocios; como resultado, China se empobrecía y sus adictos se embrutecían. El poder imperial se vio quebrantado porque entre otros muchos problemas, se había deshecho el mito alimentado durante miles de años de que los soberanos tenían el Mandato del Cielo para gobernar sobre toda la tierra. El pueblo sufría hambre, pobreza, inundaciones y exacciones de los gobernantes; como resultado hubo muchas revueltas, y la más larga de todas, la de Taiping, duró desde 1850 hasta 1862 y fue aplastada con la ayuda de los extranjeros. La corte imperial de Pekín era un nido de intrigas, con emperadores llevados al trono a los cuatro años de edad y representados por regentes. Los militares estaban descontentos y desunidos: unos se inclinaban a estudiar la tecnología extranjera y otros se aferraban a la antigua grandeza china. Además de los extranjeros incómodos estacionados en suelo chino, estaba la amenaza de Rusia y Japón, que querían crecer territorialmente a costa de China.

Siendo China un país tan extenso, con diversidad de etnias (como los Han, quienes fundaron China, y los Ming, que llegaron con los invasores mongoles), de religiones (había musulmanes en el oeste, y la mayoría de la población estaba apegada a las enseñanzas de Confucio), de regiones (el noroeste es desértico, el sureste está bañado por abundantes ríos, caudalosos y aptos para la navegación), y con la lista incompleta de calamidades mencionada, lo asombroso es que China sobreviviera como país, cuando lo más fácil hubiera sido que alguna región proclamara su independencia, o que los extranjeros la dividieran en pedazos.

En Historia, muchas veces no se pueden dar explicaciones ni siquiera después de mucho tiempo, pero pueden señalarse razones parciales de que tal evento haya sido de cierta manera. Con este objetivo en mente he planeado escribir tres artículos sobre estos años difíciles para China, que intentarán dar un panorama más amplio de la situación, y una explicación –incompleta, como todo lo que tiene que ver con el humano- de por qué China pudo resistir esos problemas.

  1. El presente artículo tratará del personaje más influyente durante ese período, la emperatriz Cixi. Aunque la costumbre y la legislación china no permitían tener a una mujer en el cargo de emperador, Cixi se las arregló para ser el poder verdadero, con emperador y sin emperador, y gobernar ella el país. Lo hizo sin mucho método y sin una política clara, tanto por su propio carácter como por las circunstancias. Había empezado como concubina de un emperador, le dio un hijo que ascendió al trono, y una vez ahí, se adaptó a las intrigas de la corte, se aferró al poder, mandó detrás de emperadores niños, y cuando el caso lo ameritó, quitó emperadores. En el camino utilizó a los que le convino, los desechó cuando ya no los necesitaba, traicionó a quien había que traicionar, y se conservó en el poder. Curiosamente no es una persona a la que se le conozcan excesos en comer, beber, o sexo, como otras mujeres famosas de la Historia (Lucrecia Borgia, Mesalina, Catalina la Grande); toda su energía la concentró en el poder y en controlar a las personas cercanas a ella. En este aspecto se pareció más a Isabel I de Inglaterra, pero sin la visión de trabajar consistentemente por el engrandecimiento de su país.
  2. El siguiente artículo hablará de las amenazas externas: los europeos asentados en China por la fuerza, más los intentos de anexiones territoriales de Rusia y Japón, junto con la historia de los funcionarios chinos que supieron capear el temporal, darles largas a las pretensiones de los bárbaros, cediendo en ocasiones y prestando su nombre a tratados que no enorgullecían a China, pero que eran el mal menor, y que además tuvieron la inteligencia o la suerte de contar con el respaldo, indispensable, de la emperatriz. Estos funcionarios son los que representan la cabeza de esa integridad china que salvó al país de la destrucción.
  3. En estas circunstancias puede uno preguntarse de dónde sacó China esa cohesión y esos hombres que pudieron más que las fuerzas centrífugas que querían llevarse pedazos de China para otro lado. La explicación que propondré en el tercer artículo tiene que ver con Confucio y sus enseñanzas, que dominaron el pensamiento y la conducta chinas durante muchos siglos. Por el momento señalaré que en mi opinión la gran ventaja consistió en que las enseñanzas del maestro tuvieron que ver más con ética que con religión, fueron más normas de conducta y de respeto hacia los mayores que la forma de adorar o representar a Dios, y esta ética social fue un factor de homogeneidad interna que contribuyó a preservar la integridad del país.

 

2-Cixi, desde hija de noble hasta emperatriz.

La vida pública de esta mujer fue una aplicación reiterada de las máximas contenidas en El Arte de la Guerra, del pensador chino Sun-Tsu. De una manera instintiva, porque los grandes estrategas nacen, no se hacen, ella aplicó las ideas descritas en ese libro, que en prácticamente todo el contenido describe lo que se hace en la guerra, pero no en la batalla. Una de las ideas del libro ideas es que la mejor guerra es aquella que se gana sin pelear, y muchas de las luchas de Cixi luchas fueron ganadas de esa manera. Hizo uso de espías y de informantes, sobornó a los espías enemigos y los convirtió en aliados, se quitó de en medio a personas que posiblemente hubieran hecho a China mejor bien que el que ella hizo, pero que no tuvieron la astucia o la fuerza necesaria para imponerse en la primera de las guerras, la obtención del poder. Dominó la vida pública en China durante más de 40 años, sin otro servicio aparente al Imperio que mantenerlo funcionando; pertenece al reino de las preguntas sin respuesta lo que hubiera pasado con China de no haber existido Cixi, si hubiera tenido un desempeño mejor o peor. El hecho es que un poco después de su muerte, cayó también la dinastía que ella representaba, y continuaron por varios decenios los problemas que enfrentaba China a fines del S. XIX.

Cixi nació en 1835, hija de una familia noble de origen manchú, igual que la dinastía reinante, los Qing. Tuvo la buena suerte de ser admitida joven como concubina del emperador Xianfeng, cuando tenía 16 años. Hablo de “suerte” en el contexto de la China imperial, juzgando con la escala de valores que se tenía en ese tiempo y lugar; la cultura china sometía la mujer al hombre, y de ese modo la suerte de una mujer dependía de la mayor o menor fortuna de su padre, sus hermanos, o su consorte, y en estas condiciones lo más alto que podía aspirar una muchacha era precisamente a la condición de concubina. Ciertamente que sería mejor ser la esposa, pero no era tan malo ser concubina del emperador puesto que eran reconocidas y socialmente aceptadas, y debido a su cercanía con el gobernante, fueron utilizadas frecuentemente para ganar influencia o ellas mismas utilizaron en ventaja propia esta posición. Existía además toda una jerarquía entre las concubinas, y Cixi fue escalando posiciones, debido en parte a que se embarazó y dio a luz en 1856 al único hijo del emperador.

Pero un gineceo es un gineceo, y siempre habrá luchas, intrigas, alianzas, amistades y traiciones entre muchas mujeres tratando de obtener los favores de un único hombre. Los años que pasó Cixi ahí templaron su carácter y afinaron sus habilidades para la intriga y la traición; supo lo que podía hacer con el emperador, y por analogía supo lo que podía hacer una mujer con un hombre, y este conocimiento fue aplicado en su beneficio inmediato hasta subir a la posición de 2ª Emperatriz (inferior únicamente a Cian, la esposa) y durante el resto de su vida, para controlar (o para saber de quién cuidarse) cuando los emperadores puestos bajo su regencia crecían y se casaban.

En septiembre de 1860 los europeos atacaron Pekín y quemaron el Palacio de Verano, la niña de los ojos del emperador. Para evitar problemas mayores, la familia imperial huyó a Rehe, al norte, en Manchuria, donde el emperador no pudo superar las pérdidas, se deprimió, se dio a la bebida y al opio, y finalmente murió. Cuando estaba por terminar todo, llamó a las dos consortes principales, Cian y Cixi, les dijo que el hijo varón Tongzhi (el hijo de Cixi) sería el siguiente emperador, exhortó a las dos mujeres a cuidar al niño como su fuera hijo de las dos, y nombró un Consejo de ocho ministros para dirigir el imperio; para balancear el poder de los ministros, encargó a Cian y a Cixi que estuvieran atentas, y que en su dignidad de emperatrices viudas vigilaran a los ministros a fin de que hicieran lo mejor para China y para el nuevo emperador.

La decisión del emperador de nombrar ese Consejo era una garantía de problemas, ya que en cuestión de poder, el mando único es el único poder verdadero, y cuando no sucede así, los que comparten el poder se pelean entre ellos y al final queda uno como vencedor, o todos son eliminados; visto en términos prácticos, la decisión era nombrar a un Comité para encargarse de un asunto, receta segura para que el asunto no se resolviera. Además, el intento de dar un contrapeso al Consejo ordenando a las Emperatrices que vigilaran su actuar era darles entrada a las dos mujeres para que participaran –o metieran su cuchara, como usted lo quiera decir- en los asuntos del gobierno. Si es ya de por sí difícil llegar a un acuerdo entre dos personas, conseguirlo en un grupo de diez (=8+2) es prácticamente imposible. También podía verse como una voluntad incómoda del emperador que había que cumplir, o como una oportunidad para acceder al poder completo, para cualquiera de los diez, deshaciéndose de la competencia. Y finalmente, la elección de ocho notables, los que fueran, para ocupar el Consejo, creaba automáticamente enemigos en todos los demás notables, los excluidos, que por sus muy personales razones podrían pensar que eran más capaces. Este Consejo estaba destinado a fracasar.

Oficialmente la situación de Cixi había cambiado de extraordinaria a simplemente pasable; dentro de los complicados rituales de la corte china, el nuevo emperador fue declarado hijo de ambas madres, y fue ahí cuando Cixi obtuvo ese nombre (antes se llamaba Yi) , que significa “amable y auspiciosa”, y que se vino a juntar a una colección de títulos y dignidades como justa, bendecida, de larga vida, respetable, etc. En parte para adular al emperador y a su familia, y en parte por la naturaleza altamente ritualista de la vida pública china, que tenía un protocolo para cualquier parte de la vida del emperador, cada vez que algún dignatario cambiaba de status se le inventaba un nuevo título, invariablemente halagador. El máximo honor a que podía aspirar un chino era a ser dispensado del kowtow, la reverencia que se hacía tocando el suelo con la frente tres veces cuando una persona se encontraba ante el emperador. Como dato curioso, este enorme apego al ritual fue uno de los factores que ayudaron a preservar el país en esos años difíciles, porque el ritual y el fausto estaban asociados con la riqueza y el poder, y de esta manera las gentes sencillas que nada más escuchaban de las glorias de la corte tenían un motivo para creer en el poder del emperador.

Cixi maniobró juntándose con su aliada natural, Cian; juntas tenían el encargo imperial de vigilar al Consejo. Las dos mujeres eran muy diferentes, ya que Cian no se sentía atraída por el poder, y si por ella fuera, viviría sus últimos años rodeada de fausto y sin el fastidio de tener que atender asuntos de gobierno. Cixi quería el poder y para empezar convenció a la otra emperatriz de que gobernaran conjuntamente, con un poder superior al de los 8 ministros. Para conocer mejor a Cian, o precisamente porque la conocía, dejó que ella se encargara de las discusiones con el Consejo; Cian no tenía carácter para estar discutiendo con una persona, mucho menos con ocho, terminó fastidiada de esa labor y regresó con Cixi con la noticia de que prefería quedarse tranquila en su palacio, y dejó que Cixi se ocupara de atender a los ministros.

Cixi había aprendido bien durante sus años en la Ciudad Prohibida. Estaban ahora en Rehe, aguardando un día propicio para trasladar los restos del emperador a Pekín, y se encontraban reunidos ahí todos los importantes en China, incluidos los ocho ministros. Cixi no tenía poder nominal, pero podía hacerse de amigos. Reflexionó que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos” y se acercó al Príncipe Gong y al Príncipe Cheng (dos hijos del antiguo emperador Daogiang) que no tenían buenas relaciones con los 8 ministros, y se adelantó junto con ellos a Pekín. El difunto emperador había hecho un favor a Cixi al cometer un error más en el nombramiento de los 8 ministros: excluyó a sus propios hermanos, y la corte se horrorizó porque personas de rango inferior a los Príncipes iban a dirigir los destinos del país. Entre los hermanos excluídos se encontraban precisamente Gong y Cheng, así que fue fácil establecer entre ellos y Cixi y una base común de intereses. Había que acompañar al féretro todo el camino, pero Cixi hizo su primera jugada magistral: se adelantó a Pekín junto con el Emperador niño, con sus aliados, consiguió que tres de los ministros fueran con ella, y así los separó. Llegando a Pekín intrigó en la corte lo que debería intrigar, y cuando todos los ministros hubieron llegado a la capital los esperaba un edicto en donde se les acusaba de

  • incompetentes al negociar con los extranjeros,
  • la situación catastrófica de China
  • la huída del emperador, su enfermedad y muerte.
  • alterar el testamento del difunto Emperador y
  • conspirar para quitarles poder a las dos Emperatrices.

La verdad es que nadie en China hubiera podido hacer negociaciones satisfactorias con los europeos en esa guerra, y la culpa eran de los 3000 años de soberbia y aislamiento chino; quien conspiraba era Cixi y quien alteraba la voluntad del difunto Emperador era Cixi, pero en política la forma es fondo, y una vez publicado el edicto, las fuerzas políticas se inclinaron ante Cixi y Cian, las emperatrices. Los 8 ministros fueron removidos de sus puestos y castigados, pero Cixi nada más ejecutó a uno, a dos los hizo que se suicidaran, y no tomó represalias contra sus familias. El mensaje para los que se tenían que suicidar era una tela de seda blanca, para ahorcarse, una costumbre parecida al puñal que enviaban a los nobles romanos que debían desaparecer. Los bienes del ministro ejecutado fueron confiscados, y convirtieron a las dos emperatrices en mujeres inmensamente ricas.

Desembarazada del Consejo, Cixi publicó un edicto en donde se declaraba que ella y Cian gobernarían conjuntamente, sin responder a nadie y sin interferencias. No había necesidad de ser drásticos, ya que Cian había demostrado que era colaborativa.

El Príncipe Gong fue recompensado: títulos, encargos importantes, riquezas; todo, menos el poder efectivo. También sacado de El Arte de la Guerra, Cixi estaba enterada de la necesidad de conocer a sus amigos y a sus enemigos, para poderlos evaluar con precisión, saber lo que podía esperar y lo que podía temer de ellos. En el caso de Gong se trataba de un funcionario capaz, uno de los que contribuyeron para preservar la integridad de China en esos años difíciles; como la Historia está llena de segundos de a bordo que resultan mejores que el jefe, Cixi no tenía necesidad de correr esos riesgos y no le soltó el poder.

En cambio su hermano el Príncipe Cheng era un buen hombre, enfermizo, adaptable, mucho menos inteligente y útil, pero que era conveniente conservarlo a su lado, porque era un símbolo del respeto que Cixi tenía que manifestar ante China con respecto a la familia imperial.

 

3-Limpieza y orden

El caos en que estaba sumida China a fines de 1861 tenía dos problemas principales: la revolución de Taiping y la corrupción de la burocracia. El primer asunto había empezado desde 1850, se había extendido por una región muy grande de China, había causado muertes y destrucción sin fin, y el gobierno no lo había podido controlar. Cixi encargó al Príncipe Gong que solucionara el problema, que era una situación ganar-ganar para ella: si acababan con la revuelta tendría la China unificada, si no lo conseguían ya tenía su chivo expiatorio. Lo que hizo Gong fue aliarse con los extranjeros para formar un ejército que pudiera derrotar a los rebeldes. Al final, en 1864, la revuelta había causado más de 20 millones de muertes, pero China tenía ya un gobierno único.

El éxito de Gong creó un problema para Cixi, puesto que aumentó el prestigio del Príncipe, pero providencialmente apareció alguien que se quejara de él, y la emperatriz aprovechó para quitarle el puesto y una que otra de sus dignidades, y se deshizo de él. Pero Gong tenía partidarios en todo el país, y Cixi recibió muchas peticiones en favor del príncipe. Finalmente lo volvió a llamar y le devolvió parte de su títulos, pero de ahí en adelante siempre lo mantuvo en una posición secundaria.

El asunto de la burocracia era menos virulento pero mucho más difícil de resolver. Todas las burocracias tienden a corromperse, y en el caso de China, por un decreto que tenía más de 1200 años, los burócratas accedían al puesto después de aprobar el Examen Imperial, costumbre que tenía dos consecuencias: la primera era que se garantizaba la preparación y la capacidad del que llegaba a trabajar en la administración imperial, y la segunda es que esta clase de burócratas, los mandarines, se convirtieron en un poder dentro del Estado. El Emperador se encargaba de las grandes decisiones, pero el detalle del día a día de las relaciones entre el gobierno y los súbditos estaba en las manos de los mandarines: ellos podían condonar impuestos o aumentarlos, hacer buena una orden imperial o traspapelarla, juzgar favorable o severamente a un individuo acusado, etc. Se creó en el curso de los siglos una hermandad entre ellos que inevitablemente los favorecía y hacía más fácil la corrupción. En épocas de crisis, además, ante la menor vigilancia cada quien busca cuidar sus propios intereses y descuida los ajenos, como era el caso en 1860. Cixi decidió que había que hacer un escarmiento, seleccionó algunos burócratas acusados de corrupción,  los ejecutó. Esta medida de la emperatriz, como prácticamente todas las que iban orientadas a realizar cambios en la organización del país, fue de corta duración.

Cixi se formó en la Ciudad Prohibida, no en una universidad. Tenía un gran respeto por las tradiciones chinas y las conocía lo suficiente para poder torcerlas a su favor, pero su posición con respecto a la desventaja en que se encontraba China frente a los occidentales fue muy conservadora. No entendió que los occidentales estaban metidos en China porque eran superiores tecnológicamente, y su carácter la llevó a rechazar los avances traídos de fuera. Bloqueó la construcción del ferrocarril porque su paso perturbaría el descanso de los emperadores difuntos, y cuando le insistieron en que se construyera, quiso que lo jalaran con animales en vez de unaa máquina de vapor. Trajeron profesores extranjeros a enseñar matemáticas, física, astronomía e idiomas en Pekín y por un tiempo envió a jóvenes a que estudiaran en universidades extranjeras, pero terminó por temer que regresaran con influencias nocivas en su cabeza y abolió ese programa.

Una inercia de 3000 años no es fácil de romper: el país llevaba demasiado tiempo sintiéndose único y excepcional, y los fracasos de unos pocos años podían explicarse de muchas maneras; era más fácil echarle la culpa a la fatalidad que aceptar la participación china en la situación de desventaja en que se encontraba con los occidentales. En la corte y en el ejército había muchas personas que proclamaban que China no necesitaba nada de los extranjeros y que con el paso del tiempo se asimilarían al país o se irían (como las invasiones a China a lo largo de la historia), y este sentir, bastante generalizado y bastante natural era más tolerable que el examen de conciencia de los propios errores. Haciendo una comparación con las cinco etapas del duelo (negación, enojo, negociación, depresión, aceptación), la mayoría del país se hallaba todavía en la primera fase, negación.

 

4) El emperador Tongzhi.

Llegó un momento en que el emperador niño creció y podía casarse; sucedió en 1872, a los 17 años de edad. No se podía controlar todo en un ambiente tan grande y complejo como la corte china, y  Tongzhi eligió para esposa a la princesa Alute, que tenía la mala suerte de ser nieta de un enemigo de Cixi, y las relaciones entre ellas dos fueron malas desde el principio. La nueva esposa era favorita de Cian, y le pareció innecesario cuidar las formas con Cixi, a quien consideraba concubina de bajo rango, aunque fuera la madre biológica de su esposo. Cixi reaccionó obligando a Tongzhi a tomar por concubina a una sobrina suya, pero el emperador estaba endiosado con la esposa y no le hacía caso a la otra. Cixi escaló el pleito, aprovechando que todavía no asumía el nuevo emperador formalmente el trono (no había cumplido 18 años), lo separó de la esposa y lo encerró para que se pusiera a estudiar para “prepararse a ser emperador”.

La decisión era un arma de dos filos: Tongzhi podía dedicarse al estudio, meditar, adquirir lo necesario para poder actuar como emperador, o podía tirarse a la desgracia. Probablemente Cixi lo conocía lo suficiente como para saber qué sucedería, y se arriesgó sabiendo que podía haber heredado las tendencias disipadas del padre: el emperador Tongzhi no aguantó la separación, se traumó por no tener cerca a Alute, el genio se le agrió, se dio a la desgracia, dejó de estudiar, empezó a consumir opio y a hacer excursiones a los burdeles de Pekín, seguramente ayudado por espías a sueldo de Cixi que lo sacaban de la Ciudad Prohibida para llevarlo de parranda.

Llegó a los 18 años, Tongzhi fue nombrado Emperador y resultó un inútil. Se concentró en un objetivo que abiertamente era un intento de quitarse de encima a las dos emperatrices: reconstruir el Palacio de Verano como un regalo para ellas. Además de eso, no había dinero en el Tesoro y les pasó el sombrero a los nobles, con lo que se enajenó el apoyo de muchas personas influyentes. Podía haber iniciado su reinado con un perfil bajo, solicitando el consejo de Cixi para reinar mientras ganaba tiempo y hacía aliados, pero se empeñó en un ataque frontal contra las emperatrices, que eran las personalidades fuertes. Además, el mismo Tongzhi no hizo las cosas como debía: visitaba continuamente los avances en la construcción y aprovechaba el viaje para irse de parranda. Llegó un momento en que algunos dignatarios como el Príncipe Gong le solicitaron detener ese gasto, y en represalia los destituyó de sus cargos. Cuando llegó el tiempo conveniente, Cixi se presentó en la corte junto con Cian pidiéndole que cesara la construcción del palacio, que dejara las parrandas y que actuara como Emperador. Tongzhi no aguantó la presión de su madre: se olvidó del Palacio de Verano, se deprimió, se enfermó y se murió; fue una repetición del fin de su propio padre, que posiblemente Cixi había previsto y evaluado; el diagnóstico médico se inclinó más hacia la viruela que hacia la sífilis, el otro candidato.

Viendo los hechos por el lado humanitario, nos encontramos frente a una mujer que sacrificó a su hijo para conservarse ella en el poder; por el lado político, es una mujer que consideró inepto para el puesto a un gobernante, y lo quita del poder. Juzgar a Cixi (como juzgar a cualquiera que haya estado en el poder) siempre es una labor complicada, porque esas figuras cargaron en su momento el peso de intereses y valores que estaban en conflicto.

Había necesidad de designar a un nuevo emperador, en medio de un peligro inminente: rumores de un embarazo de Alute. Mandaron a la nueva emperatriz viuda a llorar junto al lecho de su esposo, nunca se aclaró bien si estaba embarazada, y al final ella misma se suicidó tomando opio, dejando el campo libre a las dos emperatrices, que riñeron entre sí para la designación. Consideraron a tres candidatos:

  • Pulum, nieto del emperador Tai-Kuang. La objeción contra él consistía en que su padre era hijo adoptivo, y no había un precedente así. Alguien mencionó que en la época Ming había existido alguien un caso, pero Cixi replicó que no podían tomar en cuenta ese antecedente, puesto que esa dinastía había sido deplorable, mostrando flexibilidad a la hora de aplicar las leyes, a su conveniencia.
  • Un hijo del Príncipe Gong. Era un hombre joven, de 18 años, para el que Cixi objetó que cuando llegase al poder, el Príncipe Gong no podría hacer el kowtow, puesto que de acuerdo a la tradición confuciana el padre no debe postrarse ante el hijo, y por lo tanto, habría que desterrar a Gong de la corte. Pero el Príncipe Gong era tan valioso, que el gobierno no podía prescindir de él, por lo tanto su hijo no podía ser emperador. Este es un maravilloso ejemplo de argumento en donde alguien es tan bueno para un puesto, que no puede permitirse que crezca más, lo que hubiera sucedido si el hijo de Gong llegar al poder. Además existía el hecho de que teniendo 18 años, el nuevo Emperador iniciaría inmediatamente su reinado, es decir, adiós poder para Cixi.
  • Un hijo del Príncipe Chen. Este joven tenía valiosas cualidades: apenas había cumplido 4 años, era sobrino de Cixi (hijo de una hermana), y su padre era un hombre de oro, es decir dúctil y maleable. Cixi insistió en él alegando la tradición a su favor (los primeros dos candidatos eran de la misma generación que el difunto emperador, y no podían hacer los sacrificios rituales, pero el tercer candidato era de la generación siguiente y no tenía esta objeción); se hizo la votación, y los ministros se doblegaron a su voluntad: la votación fue 7-3-15. La Emperatriz consiguió en 1875, mediante un acto del más puro nepotismo, imponer a su candidato y ganar unos años más de regencia, es decir, de ejercicio del poder. El nuevo Emperador fue llamado Guangxu.

Así como para ser torero hay empezar por parecer un torero, así también para ser gobernante se requiere suerte, y este factor acompañó a Cixi toda su vida. Ella no podía controlar a los europeos, pero se aprovechó de que su esposo murió a consecuencia de la guerra, de que el hijo resultó aficionado a la juerga, de que Chen se había casado con una hermana suya, etc. Ahora se le presentó una nueva oportunidad, porque la emperatriz Cian se enfermó y murió. Naturalmente hay la tendencia sospechar que Cixi la envenenó, pero las evidencias indican más bien que falleció de causas naturales; además, realmente Cian no estorbaba a Cixi para gobernar. Recién fallecido el esposo común podría haber aspirado Cian a más, pero ya mencionamos que le faltaba el carácter para estar lidiando continuamente con los asuntos y las intrigas asociadas al poder. Cixi se quedó, a su muerte en 1881, con el poder absoluto.

En 1887 Guangxu asciende formalmente al trono, pero halla oposición para ejercer el poder. Dos años después se casa con una mujer impuesta por Cixi, pero prefiere divertirse con otra, al revés de lo que hacía su antecesor. En 1895 China entra en guerra con Japón por cuestiones de influencia en Corea, y Japón, que había emprendido una serie de reformas importantes y extraordinarias bajo el emperador Meiji (descritas en mi artículo Japón-la restauración Meiji) destroza los ejércitos chinos e impone condiciones de paz vergonzosas en el tratado de Shimonoseki. El Emperador Guangxu había sido educado por el tutor imperial Weng Tonghe, las relaciones entre maestro y discípulo se hicieron muy sólidas, y entre otras cosas el Emperador había aprendido de los adelantos occidentales, en lo que Japón les llevaba ventaja y que fue una de las causas de su éxito en esta última guerra. Como consecuencia, el emperador chino quiso imitar lo que había hecho el emperador japonés, y decidió ejercer el poder a plenitud, reformar profundamente el gobierno y la sociedad china, y se dedicó, durante un breve período, a publicar una serie de normas que pretendían mejorar el país siguiendo el modelo de los occidentales. Este tiempo se llama Las Reformas de los cien días, porque duraron tres meses, de junio a septiembre de 1898. Yéndose al otro extremo del que había actuado su predecesor, Guangxu quiso poner atención a los problemas importantes del país, resolverlos aprovechando la experiencia y el contacto con occidentales, y hacer surgir de nuevo el poder de China. Pero un hombre de 21 años, en tres meses, difícilmente podría superar la inercia de 3000 años; los tradicionalistas en el gobierno y en el ejército se opusieron, hubo golpe de estado, removieron al Emperador del poder, encerrándolo en uno de sus palacios, y regresó Cixi.

5-Los últimos años.

Durante el período que hemos narrado (1860-1898) el pueblo chino había tenido que soportar la presencia humillante de los extranjeros en su suelo, inclusive en la capital, anteriormente prohibida para ellos. La gran parte de la población sencillamente padecía a los europeos como una nueva calamidad, pero había grupos que querían oponerse en una forma virulenta, porque tenían un pensamiento xenofóbico y querían la expulsión de todos los extranjeros y tomar represalias contra ellos y sus posesiones en China. Uno de estos grupos fue el de los Boxers, llamados así porque practicaban las artes marciales. Se organizaron y empezaron a atacar a los extranjeros que vivían en Pekín. La emperatriz decidió hacerse de la vista gorda, pensando que los bóxers le harían el trabajo sucio de limpiar a China de extranjeros y los dejó que atacaran, robaran y asesinaran a la población no china.

Pero los gobiernos extranjeros reaccionaron en una forma aún más virulenta, formando un ejército multinacional para atacar China por enésima vez y aplastar la rebelión, y repartirse al país en zonas de influencia. En esta ocasión, además de los villanos consagrados en esta historia, participaron también Alemania, Bélgica e Italia. Los europeos consiguieron fácilmente la victoria y, exigieron todavía más concesiones y negociaron una indemnización de US$333 millones, repartiéndose el país en ese término ominoso del colonialismo europeo que se llama Zonas de Influencia. Cixi le echó la culpa a los bóxers de esta nueva calamidad, se alineó con los extranjeros y dio un nuevo bandazo en su política, decidiendo que los extranjeros eran dignos de imitar, principalmente los japoneses y el Emperador Meiji. Invitó a los diplomáticos acreditados a visitarla en la Ciudad Prohibida, hizo que la pintaran los artistas y se tomó muchas fotografías que ahora aparecen en los libros de historia china.

Este nuevo cambio en sus políticas, ahora a favor de occidente, tuvo una consecuencia interna muy importante. Desde hacía 1300 años se realizaba el Examen Imperial a los candidatos a ocupar un puesto en la administración, que como mencioné arriba, fue uno de los factores de uniformidad y cohesión entre los mandarines y en todo el país. Cixi abolió este sistema y dio por terminada una tradición milenaria.

Cerca de su muerte, tomó dos precauciones. El antiguo Emperador Guangxu, que vivía encerrado en su palacio, murió por envenenamiento de arsénico en 1908. El 14 de noviembre de 1908 nombra a Puji, un niño miembro de la familia imperial, como nuevo Emperador; éste será el último. Finalmente, el 15 de noviembre de 1908 muere y la perla negra ritual es colocada en su boca.

La vida de Cixi se fue acomodando en los primeros años y terminó guiada por la búsqueda del poder, la satisfacción de sus ambiciones, la riqueza y los honores. No llevó una vida disoluta, y esto le permitió conservar íntegras sus facultades para lo que realmente le interesaba. Era una mujer inteligente, astuta, manipuladora, que sabía usar a las personas cuando le convenía y desecharlas cuando ya no le servían. En su juventud fue muy bella, y en su madurez le gustaba posar vestida en forma grandiosa, rodeada de un escenario de lujo extraordinario. Era vanidosa y orgullosa, pero no sensual.

Sus acciones políticas se realizaron como si estuviera consultando continuamente El Arte de la Guerra, donde se valora la estrategia, el engaño, el posicionamiento, la imagen y el atemorizamiento por encima del enfrentamiento directo en la guerra. No se ensañó con los enemigos derrotados, como con el ministro más importante del Consejo designado por su difunto esposo: la tradición decía que debería ser muerto mediante el tormento de ir cercenando en pequeños trozos cada uno de sus miembros, pero le concedió la muerte por decapitación. Su condición de mujer, y la imposibilidad jugar el papel abierto de Emperador la obligó a refinar sus tácticas y a aguzar el intelecto; su vida es un testimonio de que la necesidad afina el ingenio. No tuvo una política clara con respecto al destino del país, tanto porque estuvo toda su vida envuelta en luchas por el poder, como por su naturaleza conservadora y oportunista, y por su falta de conocimiento y de apreciación con respecto a la cultura y los avances de occidente.

El hecho de que China se haya conservado como país durante esos años, bajo emperadores débiles controlados por una mujer que no conocía a Occidente ni dimensionaba la situación política del país en relación a los vecinos y a los europeos y a EEUU, y sufriendo invasiones extranjeras una tras otra, es un milagro, y el mérito no corresponde a Cixi, sino a algunos de sus ministros. Este será el tema del siguiente artículo.

19.4.2012, artículo número 100.


Comentarios

China 03: la emperatriz Cixi — 1 comentario

  1. Como siempre,muy interesante tu artículo,a veces salpicado de una idea soterrada sobre la mujer Cixi,ambiciosa,sin escrúpulos,capaz de sacrificar a su propio hijo en aras de un poder omnipresente y polimorfo. Te agradezco que me consideres parte de tus “motores” o “presiones” para escribir.Yo no ninguneo tus artículos de fondo,solamente que conozco tu potencial creativo literario y le apuesto a tu Literatura,aunque no dejo de reconocer tus méritos periodísticos. ¡Muchas felicidades!,CIEN es un excelente número. Entre tantos textos,escribe CUENTOS por favor.

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