El precio de la codicia (2011),
película dirigida por J.C. Chandor
Actuaciones de Kevin Spacey, Jeremy Irons,
Simon Baker, Demy Moore, Stanley Tuccy.
El nombre en inglés es Margin Call.

Esta película es una puesta en escena del desastre económico que vivió en 2008 el mercado financiero de Estados Unidos y el de todo el mundo. Digo “puesta en escena” porque en una sola empresa, con unos cuantos caracteres, se consigue dar una buena idea de lo que sucedió en los así llamados bancos de inversión, teóricamente instituciones que asesoran al inversionista acerca de dónde colocar su dinero, en la práctica manejadores de una casa de muy grandes apuestas y apostadores ellos mismos. El modelo que siguieron es el de Goldman Sachs, uno de tales bancos de inversión, que nunca es mencionado por su nombre, pero se dan indicios suficientes para pensar que están hablando de él.

La historia empieza cuando llegan a despedir a Eric Dale (Stanley Tucci), porque hay recorte de personal. Dale es un funcionario importante e inteligente, lleva tiempo perfeccionando un modelo del comportamiento del mercado pero el despido interrumpe su inspiración; de salida, en el elevador, entrega una memoria USB a Sullivan (Zachary Quinto), uno de sus analistas, para que continúe lo que está haciendo. Estos dos personajes llegaron a Wall Street después de haber estudiado matemáticas y obtener un doctorado, atraídos por la mejor paga comparada contra el medio académico; no es un recurso dramático de la película, efectivamente Wall Street estaba poblado de exfísicos y exmatemáticos que prefirieron crear modelos financieros en vez de hacer modelos del comportamiento de las galaxias lejanas. Sullivan continúa con el desarrollo, y esa misma noche transmite su descubrimiento a su jefe inmediato: en las circunstancias actuales, el mercado va de picada sin remedio, y la empresa está seriamente expuesta porque tiene grandes inversiones en los instrumentos financieros que están mal.

Se convoca a una junta a las 3 de la mañana, donde asiste el CEO John Tuld (Jeremy Irons), el director Jared Cohen (Simon Baker), Sarah Robertson (Demi Moore) la mujer que señaló a Dale para ser despedido, y los analistas y vendedores que se ensucian las manos con los números y con las llamadas telefónicas, entre ellos Sullivan y su jefe inmediato. Tuld y Cohen ya venían venir el problema, pero no sabían cuándo porque su profesión no son los números; ahora que tienen el modelo recién salido del horno y confiable, saben que ha llegado el momento. La decisión es ser el primero en Wall Street que se libere de esos registros tóxicos; cómo, vendiéndolos a un incauto, es decir cualquier inversionista y cualquier banco que no esté tan bien enterado como ellos de lo que va a suceder. Al día siguiente hay liquidación de esos activos, y todo el equipo de vendedores trabaja como loco porque les han prometido un bono individual de US$1 millón si cumplen la meta particular al 95%, y otro millón a cada uno si el equipo en su conjunto cumple la meta global al 95%. Los vendedores hacen llamadas,inventan que su banco necesita dinero y tiene que deshacerse de sus inversiones, “hoy es mi pérdida y tu ganancia”, y conforme transcurren las horas del día se ve que van bajando los precios de esas inversiones, desde 93 centavos por dólar hasta 65. La meta se cumple y probablemente a varios los correrán, pero se van con dos millones extra en la bolsa. No está mal para retirarse de una empresa.

La historia es ficticia en lo particular, pero cierta en lo general. El mercado financiero de EEUU se había venido calentando desde 2000, gracias a la codicia siempre presente en Wall Street y a la gran ayuda prestada por el director de Federal Reserve (FED), Alan Greenspan, quien decidió que no existía ninguna burbuja, y que por el contrario, había que alentar la economía proporcionando dinero barato a través de la tasa de descuento ofrecida por la FED: 1%. A este interés, los bancos consideraban que el dinero era gratis y que podían pedir prestado a la FED todo lo que quisieran, porque en prácticamente cualquier inversión conseguirían cinco o diez veces (o más) del interés que tenían que pagar. Por esta y otras hazañas financiera, el escritor Matt Raibbi nombró a Alan Greenspan “el imbécil más grande del universo” (the biggest asshole on the Universe; mi traducción no es fiel).  EEUU estaba por aquellos años en una cruzada para dotar de casa propia a más ciudadanos, y existían muchos estímulos para desarrolladores inmobiliarios y para quienes financiaban esas casas. Tanto fue así que generó una cultura de utilizar la casa como cajero automático: obtener una hipoteca, gastarse el dinero y pensar que no les costaría nada puesto que la casa iba subiendo de valor, y en el peor de los casos, contraerían otra hipoteca más grande contra el precio mayor o venderían la casa, pagarían su hipoteca, y les quedaría algo de efectivo. El mercado inmobiliario creció exorbitantemente, y las hipotecas contraídas sirvieron para que los “genios financieros” de Wall Street inventaran un montón de instrumentos basados en ellas, en donde se contaba con la bendición de las agencias calificadoras como Standard & Poor  y Moody’s, quienes otorgaban nivel AAA (tan seguro como los bonos del Tesoro) a instrumentos basados en hipotecas que habían sido otorgadas a clientes NINJA (no income, no job, no asset), es decir, se trataba de hipotecas que con seguridad tendrían problemas. Los instrumentos financieros basados en hipotecas llegaron a alcanzar un valor total de varios trillones de dólares en el mercado financiero.

No se necesita ser un genio para darse cuenta que un mercado basado en hipotecas otorgadas a clientes NINJA va a reventar tarde o temprano, pero el problema es saber cuándo, para aprovechar el momento. Dentro de Goldman Sachs había dos analistas, Michael Swenson y Josh Birnbaum, quienes se dieron cuenta del problema oportunamente, informaron a sus superiores (como en la película), y la plana mayor de Goldman Sachs decidió liquidar sus activos tóxicos, también como en la película. Lo que no se narra aquí es otra acción de Goldman Sachs: apostó contra la caída del mercado, es decir, compró enormes cantidades de seguros a la aseguradora gigante AIG para que cuando aquellos activos perdieran su valor, AIG le pagara a Goldman Sachs unos cuantos billones de dólares. Después de todo el escándalo y de que el gobierno lo rescató, efectivamente AIG pagó a Goldman Sachs algo así como US$15 billones por sus apuestas.

Esta película, entonces, no es de ficción; más aún, se queda bastante corta con respecto a la realidad. Por ejemplo, no se sabe lo que pasa con los incautos que compraron aquellos instrumentos tóxicos, ni se sabe lo que pasó con los miles de ciudadanos que perdieron su casa en la debacle. Algunos sabían que la perderían, como los NINJAs, pero muchos fueron embaucados para que adquirieran hipoteca con letra muy chiquita y acabaron perdiendo el anticipo y todo lo que habían pagado.

Pero como muestra del espíritu de Wall Street, la película es excelente. Las actuaciones todas son muy convincentes: el patrón Jeremy Irons, está en el punto exacto en donde no se le puede calificar de patrón odioso, es simplemente un patrón duro y cínico que sabe aprovechar los momentos críticos; el analista Zachary Quinto hace bien el papel del joven inteligente embebido en su trabajo; su jefe Will Emerson (Paul Bettany) es una cínica máquina de hacer dinero, el año pasado ganó US$2.5 millones y con displicencia hace la cuenta de lo que se gastó en prostitutas, con la despreocupación de quien es joven y tiene suficiente dinero para manejar un Maserati. Cuando el patrón se entera que el creador del modelo matemático fue corrido, lo manda traer en calidad de secuestro voluntario, simplemente para que esté sentado en una oficina con café y fruta abundante durante el día de la venta de liquidación, incomunicado del exterior: se trata de que no vaya a hablar con alguien y les eche a perder la venta. Por sus servicios durante ese día, Eric Dale cobrará US$170,000 dólares x hora.

He visto esta película dos veces. La primera no me impactó mucho, simplemente concedí que estaba bien actuada y me pareció que la historia había sido inventada por los guionistas, era una historia plausible en ese ambiente de codicia insana llamado Wall Street. Hace unos meses empecé a leer sobre el crack de la bolsa en 2008 y me enteré de todo el contexto que narro en estas páginas; al ver la película de nuevo, entendí de lo que se trataba, supe cuál era el banco de inversión que sirvió de modelo, y también los nombres reales de algunos de los personajes que aparecen.  Entendiendo el contexto, la película es una obra extraordinaria. Tomemos el ejemplo de las horas pasadas en la ociosidad por Eric Dale, que representaron para él un ingreso de más de un millón simplemente por estar sentado y cerrar la boca. En la película no hay más comentarios, pero es uno de los momentos dentro del film que dicen mucho más que las simples palabras o las acciones de los protagonistas; en este caso, la disposición de un banco a pagar más de un millón por el silencio de un día.

Los problemas financieros del 2008 empezaron en Estados Unidos pero alcanzaron a todo el mundo; son en realidad uno de los símbolos de nuestros tiempos, la persecución del dinero por medios sofisticados y discutibles, pero legales; por ejemplo, después del crack de 1929 se crearon leyes para sujetarles las manos a los bancos, pero en el transcurso de los años fueron consiguiendo que se echaran para atrás aquellas leyes, se crearon formas de comerciar que no existían antes, y los bancos echaron el gato a retozar, causando un problema financiero de proporciones enormes. ¿Quién pagó los platos rotos? En EEUU, los contribuyentes, y hasta donde yo sé, también en los demás países. El rescate de la banca por el gobierno de EEUU fue algo así como el FOBAPROA mexicano, pero con unos cuatro ceros a la derecha, y contabilizados en dólares. Tengo la intención de escribir una serie de artículos sobre el crack financiero de 2008; si usted tiene alguna sugerencia, la leeré con gusto.

La película está disponible en Netflix, y supongo que también para renta en Blockbuster.

16.7.2015


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