El cineasta neoyorkino Olver Stone es ampliamente conocido por hacer filmes controversiales como JFK, donde narra las circunstancias del asesinato de Kennedy y cuestiona los actos y resultados de la famosa Comisión Warren, que encontró un conveniente chivo expiatorio (Lee Harvey Oswald), ya muerto, quien oficialmente carga él solo con la culpa de haber planeado y ejecutado el asesinato. Esta película es muy interesante porque analiza los hechos del 22.11.1963 y mediante una serie de razonamientos y evidencias, llega a la conclusión de que la historia oficial del tirador único no es aceptable. Los norteamericanos se apaciguaron después de un tiempo y no quieren que les muevan demasiado el tapete con películas como JFK, y Stone contribuye a esta tranquilidad con una producción muy amplia (22 películas en 40 años) en donde ha enfocado su curiosidad y su creatividad a temas más neutros para la sociedad norteamericana como Alexander (sobre Alejandro Magno), The Doors, Looking for Fidel (sobre Fidel Castro), South of the Border (sobre Hugo Chávez).

De vuelta a la realidad norteamericana, Stone nos ofrece en su última película Savages la historia de un par de cultivadores y traficantes de mariguana en Los Angeles, Ben y Chon, y sus relaciones con un cartel mexicano que quiere incursionar en ese territorio. Superficialmente la historia es un thriller: Ben y Chon pacíficamente cultivan y distribuyen su mariguana, se han vuelto ricos con ese negocio, ya que la variedad que producen es producto de semillas traídas de contrabando por Chon desde Afganistan, donde sirvió en el ejército, y contiene altas dosis de THC, el componente sicotrópico más importante en la mariguana. Están protegidos por agente de la DEA, Dennis, interpretado por John Travolta, pagan su derecho de piso y todo va bien. Un día reciben un video de alguien desconocido mostrando cuerpos humanos, sierras y decapitaciones, y el mensaje de que un representante del Cartel de Baja quiere hablar con ellos. Discuten ellos dos y aceptan ir. Los mexicanos les dicen que quieren asociarse, que les van a dar protección y que la oferta es que ellos distribuirán la mariguana producida por Ben y Chon, cobrando un porcentaje. Ben y Chon piden un día para deliberar y deciden irse por un tiempo a Indonesia, pero los mexicanos les secuestran a la amiga común, O. A partir de aquí es una historia de traiciones, delaciones, torturas, chantajes, que termina cuando Chon y Ben, que han raptado a la hija de la jefa del Cartel (actuada por Salma Hayek), ofrecen el intercambio de las dos mujeres. No le platico los detalles para que se entretenga viendo el espionaje high-tech de los mexicanos, las acciones de SWAT de los amigos de Chon, las traiciones que otorga el agente de la DEA por partes iguales a los dos bandos, ya que tanto los mexicanos como Ben y Chon lo tenían en su nómina.

Pero la película admite otras lecturas, más interesantes que el simple thriller. Para empezar, tenemos esa exportación sesentera de amor y paz representado por Ben, Chon, y O. Resulta que los dos la quieren, ella los quiere a los dos y la comparten sin ningún problema; en algún momento se insinúa que los dos varones también se aman, pero no entran en detalles, al revés de las escenas de sexo bastante explícito donde interviene ella. Es tanto el amor que existe en este trío que ni los celos, ni los viajes, ni el dinero, ni los problemas de operación de un negocio multimillonario hacen sombra en ese rincón del paraíso. Ben y Chon representan dos de los arquetipos norteamericanos: Chon es el fuerte, el guerrero, un espíritu atormentado (nunca se sabe por qué) encerrado en profundas meditaciones (tampoco aparecen suficientes muestras de sus pensamientos) y que como los Rangers, jamás ha dejado a un amigo abandonado. Ben es el empresario, el que planea la organización del negocio, el de Relaciones Públicas; ambos son hombres atractivos, uno por feo y otro por bonito. Hasta ahí, es un sueño norteamericano en donde Oliver Stone tiene inclusive un detalle de cortesía con las damas, al rodear (literalmente) a O de dos magníficos ejemplares masculinos. Además de todo esto, Ben es filántropo: viaja a Indonesia y a otros lugares no contemplados por Dios en el Manifest Destiny a ejercer obras de caridad, con los millones que le sobran de su negocio; es importante observar que su filantropía es pura, no es para deducir impuestos.

Por el lado mexicano la situación es bastante diferente. No es un dúo de empresarios, sino es un cartel, lo que significa que las armas ahí son cotidianas, mientras que Chon las utiliza únicamente cuando es estrictamente necesario. Diversas escenas nos convencen de que los elementos del cartel son asesinos, torturadores, violadores, secuestradores, etc. Por ejemplo hay dos escenas donde aparece un adolescente: van a ejecutar un trabajo y le toca al jovencito para probar su hombría; vacila y tiene que ser forzado a apretar el gatillo. La siguiente escena van a salir a realizar otro encargo, y el mentor del adolescente le dispara a mansalva, pronunciando las palabras de justificación “no tenía suficientes agallas”. El abogado mexicano que fue a dialogar con Ben y Chon cae víctima de un complot y es señalado como soplón ante su jefa; la pena es máxima, morir incendiado con una llanta alrededor de la cintura, sujetando sus brazos. Ambos grupos están dedicados a lo mismo, producción y distribución de mariguana, pero los mexicanos lo hacen estilo cartel y los norteamericanos lo tratan como si fuera una empresa que produce zapatos tan buenos que todo mundo los quiere; la película glorifica una vez más la libre empresa norteamericana, pero condena las mismas acciones empresariales (producción y distribución de mariguana) cuando son ejecutadas por mexicanos.

Todavía más interesante, la película saca a relucir las actitudes totalmente diferentes que las autoridades de ambos países tienen con respecto a la droga. Oficialmente las autoridades de ambos lados desgarran sus vestiduras ante la palabra droga, pero cada vez más los norteamericanos dejan de cuidar las formas y se adaptan a la realidad. En la actualidad California y varios estados (Alaska, Colorado, Hawaii, Maine, Michigan, Montana, Nevada, New Jersey, New Mexico, Oregon, Rhode Island, Vermont, Washington) tienen legislaciones que permiten ciertas formas de producción y consumo de mariguana; en particular donde viven Ben y Chon, quienes tienen plantíos industrializados, temperatura controlada, riego computarizado, etc., para producir las plantas más grandes y mejores para el consumo. En México la situación está retrasada y los periódicos de provincia están llenos en su sección policiaca de pequeños distribuidores de mariguana en donde la policía exhibe su músculo contra esos traficantes de poca monta; probablemente la primera sección debería llamarse Sección Policiaca VIP, ya que muchos de los que desfilan por esas páginas tarde o temprano acaban por ser señalados, usualmente por robo al erario público y posiblemente otros méritos, ya que no intento menospreciar su talento.

Oliver Stone es 100% norteamericano y se ve claramente en esa película, con su visión idílica de los traficantes norteamericanos y el infierno que toca a sus puertas cuando el cartel mexicano quiere meter las narices en aquel negocio. Como muchas películas de Stone, es impactante pero superficial. Culpar o exonerar a Lee Harvey Oswald del asesinato de Kennedy es una gota de agua en el diluvio que llovió y que hizo que los que estaban interesados en la desaparición de Kennedy planearan, financiaran y ejecutaran el trabajo, pero JFK llega nada más hasta donde puede, exhibir lo insostenible del Informe Warren. En Savages hay tres grupos de personajes (el trío de empresarios-filántropos, el policía corrupto de la DEA, el cartel mexicano sanguinario), y haciendo a un lado la imagen que da de cada grupo, queda abierta la interrogante de cómo funciona ese gigantesco mercado, que es el mercado de drogas en los EEUU.